Desde hace 12 años trabajo en el Ecosistema de Impacto de LatAm y España, junto a organizaciones y empresas sociales que dejan todo de sí para mejorar las condiciones humanas y planetarias.

De cerca, vi una paradoja: crean bienestar hacia afuera, en las comunidades con las que trabajan, pero se olvidan de hacerlo hacia adentro. Se desgastan hasta quemarse. Terminan reproduciendo la misma lógica excluyente que buscan transformar.

El bienestar de los agentes de cambio es el gran olvidado en el mundo de las organizaciones. Y es la base para crear y sostener el impacto.

La inversión en programas de bienestar organizacional es cada vez mayor. Sin embargo, vivimos los niveles de estrés, ansiedad y burnout más altos de la historia. ¿Cómo puede ser? 

Algo no funciona. No se trata de sumar actividades, sino de cambiar el enfoque.

Los sistemas vivos ofrecen un modelo de referencia efectivo, mejorado a lo largo de billones de años de evolución: conocen las estrategias para prosperar a largo plazo.

El bienestar tiene sentido en sí mismo. Es una necesidad. Es un derecho. Es la verdadera riqueza. El desempeño y la salud organizacional dependen del bienestar de los equipos. Y viceversa.

Las personas y organizaciones como sistemas vivos, tenemos potencial de regeneración. Si recuperamos la vitalidad, el impulso creativo y la resiliencia, podemos emprender los desafíos con asertividad.